viernes, 5 de noviembre de 2010

Despierta


¡Despierta!, levántate de tu humilde sopor amada mía, ¿Por qué lloras?, ¿acaso es por esta terrible soledad?, ¿acaso es por esta maldita piedra grisácea?, ¿acaso son estas malditas letras doradas?

Dime por qué no me respondes, dime por qué tanta pena, ¿acaso no estás feliz?, ¿dime por qué?, te toco; ya no sientes, es acaso que ya no me amas o es solo porque mi corazón ha dejado de latir por ti.

Dime por qué no me hablas, acaso estas enojadas, porque me dejas en este abandono, porque solo me acompañas con el pensamiento, tus lágrimas queman más que esta helada podredumbre, dime amada, porque lloras lagrimas tan frías en mi cálida morada de madera.

Porque sufres, si el que atrapado en la piedra soy yo, porque lloras, si el que fenece en el sueño eterno de la conciencia humana soy yo.

Yo soy el que convive con la muerte y los que yacen, soy yo el que eternamente se lamenta bajo la sombra de la luna llena, sobre la triste colina, bajo el seco y lóbrego árbol de la muerte perenne.

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